jueves, 19 de febrero de 2015

Relaciones Públicas

Relaciones Públicas


Concepto y elementos de las relaciones públicas

Sara Magallón
Escola Superior de Relacions Públiques
Universitat de Barcelona
sara.magallon@esrp.net

1. Introducción
Muchas son las definiciones académicas, profesionales e incluso coloquiales
que se refieren a la expresión de relaciones públicas. Excepto las primeras, el
resto hacen referencia generalmente a fragmentos de la realidad más o menos
personal de quienes las apadrinan.
Así, para ciertos expertos en marketing son poco más que la organización
de eventos con fines promocionales; y para muchos departamentos de recursos
humanos son tareas que le son propias.
El uso vulgar es aún más decepcionante en España, donde debe especificarse
convenientemente que no se trata de una actividad profesional de dudoso
ejercicio y propia de discotecas y locales nocturnos; y tampoco el ejercicio
lúdico-festivo de famosos y pseudofamosos.
De las aproximaciones gremiales, esto es, de las definiciones de las asociaciones
profesionales recogidas por Noguero (1995: 45-62) obtenemos alguna
ayuda adicional1.
Nuestra aportación pretende superar la traducción literal de la expresión
anglosajona public relations y considerar que, en realidad, de lo que se trata es
del establecimiento de vínculos plausibles y deseados entre la organización en
cuestión y sus públicos específicos.

1. El mismo autor recopila las características comunes a las distintas descripciones:
“Este conjunto de definiciones giran en torno a las siguientes ideas:
a) Son una actividad o función que implica unos esfuerzos de los que se obtendrán unos
resultados, y como actividad que implica un tiempo de duración y de coherencia;
b) la mayor parte de las definiciones reconocen que las relaciones públicas son una función
de dirección;
c) Su objetivo tiene por objeto crear / establecer / obtener / hacer nacer /suscitar / mantener
/ desarrollar / mejorar, la comprensión/confianza/simpatía en sus relaciones;
d) Siendo sus sujetos promotores entidades / grupos / organizaciones / particulares / empresas
(públicas o privadas);
e) Siendo sus objetivo la opinión pública, en general, y sus sujetos receptores los públicos
interno y externos;
f ) Implícitamente cuenta con sus sujetos ejecutores (los profesionales);
g) Y el objeto e interés intrínseco de esta actividad es colaborar, directa o indirectamente,
a la coexistencia social y beneficiosa gracias al desarrollo mutuo en un medio determinado
de los sujetos promotores y de los sujetos receptores.
Como resumen, conviene resaltar el hecho puntual de que la actividad de las relaciones
públicas es una función social inmanente en nuestra sociedad.
— Que se incardinan en el ámbito de las ciencias sociales (Bernays: 1986, 2).
— Que se inició, en especial, de la mano de algunos practicantes del periodismo que entendían
esta actividad como una arte y que incluso alguno pensó que moriría con él (Ivy
Ledbetter Lee)
— Clasificándose sus sujetos en: promotores, ejecutores y receptores.
— Así mismo, pueden beneficiarse de las aplicaciones prácticas de las relaciones públicas
cualquier persona física o jurídica, con entera independencia de su estatus social o estructura
organizativa lato sensu. (Noguero, 1995: 61-62)

Así pues, quizás sería más apropiada la utilización de la expresión relaciones
con los (propios) públicos dando a entender no sólo el carácter público (como
opuesto a privado y particular) sino también la condición de nexo entre las
empresas e instituciones y colectivos humanos que comparten alguna o algunas
características comunes respecto de la organización en cuestión. Por ejemplo
vecindad, intereses económicos, objetivos convergentes, etc.
Es más fácil así comprender la actividad profesional correspondiente, puesto
que se trata de diseñar las acciones adecuadas para la empresa o institución respecto
de cada uno de sus públicos o sujetos receptores de relaciones públicas.
Es cierto que esas «acciones adecuadas» pueden adoptar una morfología
dispar, ya que, de hecho, no son más que el pretexto para conseguir ese vínculo
de confianza deseado con el/los público/s.
Se entiende así la disparidad de funciones que pueden ser objeto de la praxis
profesional, puesto que estarán siempre supeditadas a los intereses y características
de ambos interlocutores (promotores y receptores).
El sujeto ejecutor actúa como facilitador, o mejor aún, como catalizador y
correa de transmisión de la dirección de la organización hacia los destinatarios
de su actividad con la finalidad de manifestar y conseguir la confianza
mutua, entendiendo que es ésta la mejor manera de asumir la responsabilidad
social que le corresponde.

2. El papel de las relaciones públicas en las organizaciones: ciencia versus práctica

La ciencia presenta dos dimensiones perfectamente diferenciadas: una dimensión
teórica (conocer) y otra práctica (actuar).
La investigación científica tiene con frecuencia el objetivo de obtener información
relevante para intervenir de manera positiva en la realidad que nos rodea.
Esta es una afirmación especialmente válida en el ámbito de las ciencias
sociales. La investigación sociológica, y especialmente la que manifiesta una
vertiente más abiertamente empírica, parte con frecuencia de un problema de
la realidad social para, mediante un procedimiento adecuado, dar respuestas
concretas con razonable fiabilidad.
Aunque hemos obviado la disquisición ciencia pura versus ciencia aplicada,
estaríamos de acuerdo sin embargo con la afirmación de Carrillo Gamboa2.
Si bien lo que se ha dado en llamar enfoque realista de la ciencia, no propicia
objetivamente el desarrollo científico de las relaciones públicas entendidas
como parte integrante de las ciencias sociales, ello no obsta para que exista un
enfoque formal, es decir, un trabajo de investigación apreciable, dentro y fuera
de la Universidad3, tanto en nuestro país como en el resto del planeta.

2. «…el producto de la práctica científica no queda descrito por las dimensiones valorativas de
los modelos económicos vigentes.» (Carrillo Gamboa, 1983: 46).
3. Organizaciones de titularidad privada como la Fundación Universitaria Europea de Relaciones
Públicas definen como objetivo de su existencia el fomento de la investigación en RP.

Las relaciones públicas no son una ciencia. No tienen en consecuencia un
objeto de estudio exclusivo y particular (lo que no quiere decir que no tenga
objeto) ni un método específico de análisis de la realidad (que tampoco significa
la falta del mismo). Se desarrollan apoyadas, en primer lugar, en objetos
y métodos estipulados de las ciencias sociales a las que debe su marco teórico;
y, en segundo lugar, en la propia realidad social, económica y política.
Efectivamente, las relaciones públicas están interesadas en la actividad profesional,
y no sólo en la «acción» sino también y, legítimamente, en la «ganancia».
Se renuncia pues al máximo rigor en el control experimental en aras de
una práctica experta que como fuente de réplica retroalimente al conocimiento
y facilite la constatación necesaria de las técnicas aplicadas. Al parecer no podemos
aceptar un único camino hacia el ansiado conocimiento objetivo, puesto
que éste no existe ajeno a nuestra propia subjetividad.
Hay una firme voluntad de aplicación práctica en la investigación que se
desarrolla, y sus aportaciones son bien recibidas por empresas e instituciones,
simplemente porque dan respuesta a problemas concretos de éstas4.
En los múltiples modelos de relaciones públicas, recogidos por
Noguero5 (1995: 73-127) se presentan no sólo diversas explicaciones del
proceso de relaciones públicas, sino que predomina el interés de la funcionalidad6.
Funcionalidad que tiene puesta su mira en las organizaciones, ya sea para
explicar el proceso de las relaciones públicas aplicable a cualquier sujeto promotor,
ya sea para aclarar las connotaciones de un sector especializado concreto:
educación, sanitario, etc.
Ahora bien, y, en aras del pragmatismo, para que nuestro análisis sea pertinente
debemos reflexionar también, no sólo sobre profesionales de las relaciones públicas
(o sujetos ejecutores), no sólo sobre organizaciones proactivas (o sujetos promotores),
sino también sobre los destinatarios de las políticas de relaciones públicas
(sujetos receptores), porque ellos nos dan la clave de la actuación pertinente.

3. Los «públicos» en relaciones públicas
Antes he apostado por la expresión «relaciones con los públicos» indicando la
necesidad de hacer hincapié en el hecho que, en realidad, se trata de la gestión
de vínculos de confianza entre dos (organización-un público concreto) o más
elementos (organización-varios públicos).
Efectivamente, cada empresa o institución cuyo ápice directivo valore el
buen gobierno de sus relaciones públicas deberá construir de manera explícita
su propio mapa de públicos.

Es el diseño del mapa de públicos el que nos dará las claves de actuación
y que permitirá programar acciones armónicas a los mutuos intereses de Sujeto
Promotor-Ejecutor.
Para una mejor comprensión del concepto de público, y, además de las connotaciones
etimológicas que le son propias7:
— Lo público como opuesto a lo privado o reservado.
— Público en tanto que conjunto de personas determinado por alguna circunstancia
que le da unidad.
En relaciones públicas podría acotarse de manera adicional como:
Conjunto de personas físicas i/o jurídicas determinado por alguna circunstancia
que les da unidad y vincula expresamente a una empresa o institución.
Si bien es cierto que aquello que da unidad a un público de relaciones
públicas puede dar forma al conjunto de manera altamente estructurada, y
cohesionada, es también posible definir a un colectivo como «público» de una
organización siendo éste, internamente, difuso, o, como clasifica Munné (74),
grupo amorfo.
Intrínsecamente, cada uno de los elementos que componen un público
(recordemos que pueden ser personas físicas, pero también personas jurídicas)
tiene un valor relativo, condicionado al todo gestáltico que se construye al considerarlo
conjuntamente con el resto de elementos.
Si bien es cierto que un análisis general nos dará un «perfil» en el que el
elemento en cuestión estará representado, también es cierto que la visión panorámica,
eliminará, en la mayoría de los casos, las especificidades particulares
de éstos.
Así, el conjunto de públicos específicos de una empresa o institución tiene
unos elementos globalmente permanentes (trabajadores, administración pública,
proveedores, etc.), y, por otra parte, debemos estar alerta para reconocer
otros públicos, potencialmente emergentes, los cuales, a su vez, pueden desaparecer
o perder peso específico.
De este modo, el mapa de públicos de una organización puede (debe) reelaborarse
en función de la evolución del sujeto promotor, y también de los
cambios sociales, políticos o legales que puedan producirse.
Esta permanencia en el cambio marca el camino de cualquier estrategia de
relaciones públicas e impide el tratamiento clónico de las acciones a realizar
en las sucesivas planificaciones.

Así pues, una empresa o institución siempre considerará a sus empleados
como público; sin embargo, la plantilla puede envejecer, o renovarse o ambas
cosas; puede mejorar el nivel de formación, puede cambiar la procedencia geográfica
de los trabajadores, puede permutarse el porcentaje de hombres y mujeres, etc., por lo que intrínsecamente, como colectivo, cambiarán sus características
y, en consecuencia, la organización debe replantearse el vínculo, y muy
especialmente la manera como ese vínculo de confianza se manifiesta.
Igualmente, a título de ejemplo, una nueva organización o grupo de opinión
que se muestre activo respecto al sector de actividad de nuestro sujeto promotor
debe ser considerado como un nuevo público, y se debe actuar al respecto.
Al fin, el meollo de la cuestión radica en una identificación clara del sujeto
promotor (en tanto que elemento alentador de la actividad profesional de relaciones
públicas), y un diseño actualizado de todos sus públicos.
Conociendo en profundidad ambos componentes, la materialización de
las estrategias de relaciones públicas se limitan a cuestiones de tipo ejecutivo.
La comprensión parcial nos conduce (conducirá) necesariamente al fracaso.


4. Bibliografía
CARRILLO GAMBOA, F. Javier (1983). El comportamiento científico. México: Limusa.
COROMINAS, Joan (1954). Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana. Madrid:
Gredos.
DEL CAMPO, S.; MARSAL, J.; GARMENDIA, J. (ed.). (1978). Diccionario de Ciencias
Sociales. Madrid: Instituto de Estudios Políticos-Unesco. 2 vol.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (1992). Diccionario de la Lengua Española (1992). Madrid:
Espasa Calpe.
MAGALLÓN, Sara (1998). Relaciones públicas: formación y profesión. Dir. Dr. Antonio
Noguero i Grau. Tesis doctoral. Bellaterra: Universitat Autònoma de Barcelona.
Facultat de Comunicació.
MAYNTZ, Renate (1990). Sociología de la organización. 5ª reimpresión. Madrid: Alianza.
MOLINER, María (1990). Diccionario de uso del español. Madrid: Gredos.
MUNNÉ, Frederic (1974). Grupos, masas y sociedades: introducción sistemática a la sociología
general y especial. 2ª edición. Barcelona: Hispano Europea.
NOGUERO, Antonio (1995). La función social de las relaciones públicas: historia, teoría
y marco legal. Barcelona: EUB-ESRP.